Motor diesel en verano no funciona

¿Por qué a tu coche diésel le cuesta arrancar en verano?

Cuando hablamos de problemas de arranque en vehículos diésel, la mayoría de las personas suele asociarlos con el invierno. Las bajas temperaturas espesan el gasóleo, afectan la batería y dificultan el encendido. Sin embargo, lo que muchos conductores no se esperan es que su coche también tenga problemas para arrancar en pleno verano, cuando el calor aprieta. Esta situación puede resultar desconcertante, especialmente porque se supone que las condiciones cálidas favorecen el rendimiento de los motores. Entonces, ¿por qué ocurre esto?

Desde el renting de coches te explicamos en detalle las razones por las que un coche diésel puede tener dificultades para arrancar en verano. También exploraremos las diferencias entre los motores diésel y gasolina, el papel de la electrónica moderna y qué medidas puedes tomar para prevenir este inconveniente.

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El mito del verano sin problemas

Tradicionalmente, los motores diésel han sido más sensibles al frío debido a su proceso de combustión, que depende de la alta compresión del aire para generar el calor necesario para inflamar el combustible. A diferencia de los motores de gasolina, no utilizan bujías, sino calentadores (glow plugs) en los arranques en frío. Este detalle técnico hace que el invierno sea una época complicada para los vehículos diésel, sobre todo los antiguos.

Pero el verano también tiene sus propios desafíos. El calor extremo puede alterar el comportamiento de varios componentes del coche, incluyendo el sistema de combustible, la batería, el sistema de admisión de aire y los sensores del motor. Todo esto puede derivar en un arranque más lento o incluso en la imposibilidad de encender el vehículo en determinadas condiciones.

La dilatación térmica: enemigos invisibles bajo el capó

Uno de los efectos físicos más importantes del calor en los coches diésel es la dilatación térmica de los materiales. Los metales, plásticos y gomas que componen el motor se expanden con las altas temperaturas. Este fenómeno puede alterar pequeñas tolerancias mecánicas que son cruciales para el funcionamiento óptimo del motor.

Por ejemplo, si los inyectores o la bomba de combustible presentan ligeros desajustes debido a la expansión, podrían no pulverizar correctamente el gasóleo. Esto compromete la mezcla aire-combustible, y como resultado, el motor tarda más en arrancar o lo hace de forma irregular.

Además, el sistema de arranque puede verse afectado por esta expansión. Un motor de arranque que funciona al límite de su tolerancia puede operar de forma más lenta cuando el calor altera la fricción interna de sus piezas.

El papel de la batería en los días calurosos

Aunque la batería suele estar más activa en verano que en invierno, las altas temperaturas también la degradan. El calor acelera la evaporación del electrolito en las baterías de plomo-ácido, lo cual puede reducir su capacidad y vida útil. Una batería debilitada no siempre falla completamente, pero puede no ofrecer el pico de energía necesario para arrancar un motor diésel, que requiere más potencia que uno de gasolina.

En los coches modernos, la electrónica también depende de una batería en buen estado. Módulos de control, sensores y válvulas electrónicas deben activarse correctamente para que el motor arranque. Si la batería tiene una carga baja, estos componentes pueden no funcionar como deberían.

Combustible: más volátil y menos eficiente

Combustible diésel mal estado verano

El gasóleo no es tan volátil como la gasolina, pero las temperaturas elevadas pueden modificar su comportamiento. En condiciones de mucho calor, el gasóleo puede expandirse y perder parte de su densidad energética. Esto no impide directamente el arranque, pero sí puede afectar la calidad de la combustión inicial, especialmente si se combina con inyectores algo sucios o desgastados.

Además, si el sistema de alimentación presenta microfugas o está mal sellado, el calor puede provocar la formación de burbujas de aire en los conductos de combustible, generando lo que se conoce como “vapor lock”. Aunque es más común en vehículos de gasolina antiguos, puede presentarse también en modelos diésel si el mantenimiento no es el adecuado.

Sensores y gestión electrónica del motor

Los motores diésel actuales están altamente controlados por unidades electrónicas que gestionan la inyección, la presión del turbo, el caudal de aire y otros parámetros. Estos sistemas dependen de sensores que pueden verse afectados por el calor extremo.

Por ejemplo, el sensor de temperatura del aire de admisión (IAT) o el sensor de temperatura del refrigerante pueden enviar señales erróneas si están dañados o si el cableado sufre por las altas temperaturas. Esto puede llevar a una mezcla incorrecta o a una estrategia de arranque inadecuada por parte de la centralita, dificultando el encendido.

Filtros sucios o en mal estado

En verano, el polvo en suspensión es más abundante, sobre todo en zonas rurales o en períodos de sequía. Este polvo se acumula más fácilmente en el filtro de aire, lo que reduce la cantidad de oxígeno que llega al motor en el momento del arranque. Una mala mezcla aire-combustible puede hacer que el motor tarde más en encenderse.

También el filtro de combustible puede verse afectado. Si está parcialmente obstruido, no permitirá que el gasóleo fluya con la presión suficiente hacia los inyectores. Y en verano, con el gasóleo más caliente y menos denso, esta restricción puede ser más evidente.

Inyectores: la precisión importa

Los inyectores son responsables de pulverizar el combustible dentro de la cámara de combustión. En los motores diésel modernos, este proceso es extremadamente preciso y ocurre a presiones muy altas. Si los inyectores están sucios o desgastados, el calor puede amplificar su mal funcionamiento.

Esto se debe a que el gasóleo caliente puede cambiar de viscosidad, haciendo que pequeñas imperfecciones en los inyectores generen una pulverización deficiente. El resultado es una combustión incompleta o irregular que hace que el coche no arranque al primer intento.

Cómo prevenir los problemas de arranque en verano

La buena noticia es que muchos de estos problemas son prevenibles con un mantenimiento adecuado. Aquí van algunas recomendaciones prácticas:

  1. Revisa la batería antes del verano. Asegúrate de que la batería esté en buen estado, con carga suficiente y sin signos de desgaste. En caso de duda, un test en taller puede darte una idea clara de su salud.
  2. Limpia o cambia los filtros. Tanto el filtro de aire como el de combustible deben estar limpios. Cambiarlos según las recomendaciones del fabricante es clave.
  3. Mantén los inyectores en buen estado. Si notas tirones, consumo elevado o humo en el escape, puede ser señal de inyectores sucios. La limpieza profesional puede mejorar mucho el rendimiento del motor.
  4. Evita aparcar al sol cuando sea posible. Las temperaturas bajo el capó se disparan cuando el coche está estacionado al sol durante horas. Siempre que puedas, busca sombra o utiliza parasoles para reducir el impacto térmico.
  5. Realiza diagnósticos periódicos del sistema electrónico. Un escaneo en taller puede detectar sensores defectuosos antes de que causen problemas serios.
  6. Cuida el sistema de alimentación. Evita que entren impurezas o agua en el depósito. Llena en estaciones confiables y no conduzcas con el depósito casi vacío, especialmente en verano.

Aunque parezca contraintuitivo, el calor del verano también puede dificultar el arranque de un coche diésel. Desde la batería hasta los inyectores, pasando por la gestión electrónica y los efectos del calor sobre los materiales, muchos factores pueden influir en el rendimiento del arranque.

La clave está en no subestimar el papel del mantenimiento preventivo. Si prestas atención a los síntomas y realizas los controles adecuados antes del verano, podrás evitar quedarte tirado justo cuando más necesitas que tu vehículo responda sin problemas.

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