Efectos negativos del consumo de alcohol en la conducción

Los efectos del consumo de alcohol en la conducción

Ponerse al volante tras haber consumido alcohol es muy peligroso, y pone en riesgo no sólo la vida propia, sino la de los demás. Existe la falsa creencia de que tomar una copa no afecta a las capacidades para conducir. El límite establecido por la DGT es un referente, pero debería evitarse todo consumo antes de ponerse al frente del volante.

La responsabilidad que conlleva el conducir un coche debe prevalecer sobre el estímulo de querer tomar una copa. Lo recomendable es abstenerse de ingerir alcohol para preservar la seguridad personal y la ajena. En el ámbito del renting de vehículos se aboga por las mejores prácticas de conducción responsable.

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El problema de conducir tras haber ingerido alcohol

La ingesta de alcohol incide negativamente en las capacidades de los conductores y tiene efectos nefastos. Según las estadísticas del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses de España, casi el 50% de los conductores fallecidos en 2018 dieron positivo en el test de alcoholemia.

El problema es grave. En 2018 la ingesta de bebidas alcohólicas en los accidentes mortales fue de 21%, y en 2019 se elevó hasta un 24%. Esto demuestra que las campañas de concientización no son suficientemente efectivas para corregir el problema.

Por este motivo se efectúan controles por parte de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil, así como por autoridades locales y autonómicas. Sin embargo, el efecto no resulta satisfactorio en cuanto a producir una merma en el consumo de bebidas alcohólicas antes de conducir.

¿Cuánto alcohol absoluto ingerimos?

Posiblemente algunos parámetros nos permitan comprender mejor cuánta cantidad de alcohol absoluto entra en nuestro organismo al beber.

En el caso de las bebidas fermentadas, un vaso de 100 ml de vino o cava aporta 9,6 gramos de alcohol. Por su parte, una cerveza de 200 ml o un vaso de sidra de 100 ml aporta 8 gramos.

Si nos referimos a las bebidas destiladas, los datos merecen más atención. Una copa de 50 ml de ginebra, ron o whisky aporta 16 gramos de alcohol. Una copa de 50 ml de coñac representa 19,2 grados, es decir, el doble que un vaso de vino.

¿Qué es la tasa de alcoholemia?

La tasa de alcoholemia determina el volumen de alcohol presente en la sangre. Se mide en gramos de alcohol por cada litro de sangre (g/l) o por su equivalente en aire espirado. Es el parámetro reconocido por la DGT para evaluar la ingesta de los conductores.

Los valores permitidos en España varían según dos tipos de conductor: conductores experimentados y conductores nóveles. 

  • Para los primeros, la tasa de alcohol en sangre es de 0,5 g/l y de 0,25 mg/l en aire espirado. 
  • Para los segundos es de 0,3 g/l en sangre y de 0,15 mg/l en aire espirado.

Aunque esta tasa es referencial a efectos penales y administrativos, lo recomendable es abstenerse de ingerir alcohol antes de conducir. Aunque el consumo mantenga el índice dentro del margen permitido, beber afecta las capacidades de conducción.

¿Qué efectos produce el consumo de alcohol al conducir?

La ingesta de alcohol afecta el sistema nervioso central y, por lo tanto, deteriora las funciones esenciales para una conducción segura. Disminuye la visión y la capacidad de los reflejos necesarios para reaccionar ante determinados eventos.

Por otra parte, reduce la capacidad de discernimiento, que conlleva a otros comportamientos arriesgados. Hablamos en este caso de sucesos como por ejemplo un exceso de velocidad o incumplir las normas de protección.

Asimismo, se observan 3 tipos de alteraciones en la conducción tras la ingesta de alcohol:

  • Alteraciones de comportamiento: el conductor desestima los efectos del alcohol sobre su desempeño al conducir y sobrevalora su capacidad al volante. Por otra parte, el sentido de la responsabilidad y la prudencia disminuye. De allí que corra más riesgos al conducir. También aumentan las conductas impulsivas, agresivas y descorteses, aunado a una tendencia a cometer más infracciones. Los efectos de la ingesta de alcohol sobre el comportamiento de los conductores tienden a la temeridad. 
  • Alteraciones perceptivas: la percepción requerida por un conductor para maniobrar dentro de los parámetros de seguridad se ven afectada por el alcohol. La visión se merma por efecto de la reducción y ralentización de los movimientos de los ojos, así como por el deterioro de la convergencia ocular. También cabe mencionar que se perciben defectuosamente las luces rojas y el campo visual sufre el efecto de túnel. Se distorsiona la percepción de la velocidad propia y de los movimientos del entorno. En términos generales la atención se dispersa y se altera de forma importante. El conductor pierde la capacidad de atender a dos fuentes simultáneas de información, como por ejemplo cuándo debe incorporarse a una vía con mucho tráfico. 
  • Alteraciones psicomotoras: la coordinación entre la percepción y la respuesta motora se ve afectada de forma significativa. Coordinar distintos movimientos se hace dificultoso. Disminuye el control de los movimientos de precisión. Hay que agregar la disminución de la fuerza muscular y del equilibrio.

Clasificación de los estados de alcoholemia

En función del volumen de alcohol presente en sangre, nos encontramos con varios niveles o zonas de riesgo:

  • Hasta 0,5 g/l en sangre, marca el inicio de la zona de riesgo: se producen alteraciones perceptivas, de toma de decisiones y de precisión de movimientos. Aumento del tiempo de reacción en contraste con la excitabilidad y la subestimación de la velocidad. Surgen problemas de coordinación motora y psicomotora.
  • Desde los 0,5 g/l hasta los 0,8 g/l nos encontramos en la zona de alarma: consiste en el empeoramiento de la percepción visual al dificultarse el cálculo de las distancias. Mala adaptabilidad a los cambios de luz y poca sensibilidad a la luz roja. Aumento de la impulsividad y la agresividad. Alteraciones motoras y psicomotoras en combinación con el incremento de errores al conducir.
  • De los 0,8 g/l hasta los 1,5 g/l llegamos a la zona de conducción peligrosa: a partir de este nivel se producen graves alteraciones en la percepción, la atención y el control y coordinación psicomotora. Hay mayor tolerancia al riesgo en conjunción con una sobrestimación de las capacidades. La conducta se trona impulsiva e impredecible. Disminuye el tiempo de reacción.
  • De los 1,5 g/l a los 2,5 g/l estamos en la zona de conducción altamente peligrosa: una vez llegados a esta zona se incrementan las alteraciones en la percepción, la atención y el control y coordinación psicomotora. Los procesos de toma de decisiones se ven afectados. El comportamiento se hace titubeante, impulsivo e impredecible.
  • Más de 3 g/l se considera la zona de conducción imposible: es el estado de embriaguez profunda. Se produce un estado de estupor y de progresiva inconsciencia. Sobrepasar los 4 g/l puede causar coma etílico y más allá de los 5 g/l causar la muerte del conductor.

Recuerda: el alcohol y el coche no deben ser nunca compañeros de viaje. Las consecuencias de conducir tras haber bebido pueden ser irreversibles. Ante la duda, sigue la norma de cero alcohol al volante. Se prudente y responsable, está en juego tu vida y la de los demás.

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